Albert Camus:“Fue asombroso que muchos hombres que entraron en la resistencia no fueran patriotas de profesión.
Pero el patriotismo, en primer lugar, no es una profesión.
Es una manera de amar a la patria que consiste en no quererla injusta... y en decírselo”.

domingo, 9 de noviembre de 2025

Es notable que este mapa titule a la Patagonia como una entidad geográfica distinta, separada de Chile y Argentina, reflejando su estatus político indefinido en la época. Una nota en el encabezado del mapa señala:

“La porción de la Patagonia al este de los Andes es reclamada por la República Argentina, y todo el occidente, incluyendo las islas, está ocupado por Chile.” En otras palabras, la Patagonia era un territorio en disputa, sin un control claro por parte de ninguno de los dos países. Este mapa de 1860 captura la ambigüedad política de la región, un contexto que inspiró a Orelie-Antoine de Tounens a proclamarse rey de la Araucanía y Patagonia en 1860.

¿Recuerdan la historia de aquel francés que se autoproclamó rey de la Patagonia y fue considerado un loco? No era exactamente así.
Orelie-Antoine de Tounens nació en 1825 en el departamento de Dordoña, Francia. Octavo hijo de una familia de origen noble y terrateniente, fue el único de sus hermanos en completar estudios formales, convirtiéndose en abogado. La historia lo describe como un soñador y visionario cuya ambición desde joven fue convertirse en rey. En sus memorias escribió:

“Obligado a elegir una carrera, decidí estudiar leyes con el único propósito de prepararme para mis futuros esfuerzos como rey.”

Este intrépido francés cruzó el océano solo, con escasos recursos y sin armas, adentrándose en un territorio donde los extranjeros tenían restringido el acceso. Según una profecía de las machis mapuches, un hombre blanco llegaría para unificar a los pueblos de Arauco y poner fin a siglos de conflictos. Orelie-Antoine encajaba perfectamente con este augurio.

El biógrafo Armando Braun Menéndez sostiene que los caciques mapuches lo aceptaron no solo por esta leyenda mesiánica, sino también porque veían en él una oportunidad para fortalecer su resistencia contra la expansión del Estado chileno.

Fue apoyado por Quilapán, jefe de los wenteche-arribanos, quien buscaba aliados frente a la inminente invasión chilena.

Huichacurha Marhikewun, investigador de origen mapuche, en su artículo de 1988 “Orelie-Antoine: Primer Rey de la Araucanía y Patagonia”, argumenta que el francés fue un aliado clave del pueblo mapuche.

Con el respaldo activo de toquis y lonkos, Orelie-Antoine estableció las bases de un reinado que culminó el 17 de noviembre de 1860 con la aprobación de una constitución para la Araucanía y Patagonia. Parte de este documento declara: “Considerando que la Araucanía no depende de ningún otro estado, que se halla dividida por tribus y que un gobierno central es necesario tanto para el interés particular como para el orden general, decretamos lo siguiente:
Artículo 1: Se funda en la Araucanía una monarquía constitucional y hereditaria; el Príncipe Orelie-Antoine de Tounens es designado Rey.”

La representación de la Patagonia en el mapa como una región distinta refuerza la idea de que estos territorios no estaban plenamente bajo el control de Chile ni Argentina, lo que coincide con la afirmación de Marhikewun de que “la Araucanía no depende de ningún otro estado.”

El anuncio de la monarquía se publicó en periódicos como El Mercurio de Valparaíso y El Ferrocarril, y se notificó formalmente al gobierno chileno mediante una carta.

El reinado, bautizado como “Nueva Francia”, incluyó una bandera, un escudo, un himno nacional y monedas propias.

Según Marhikewun, Orelie-Antoine consideraba que la independencia de Chile y Argentina no afectaba la soberanía de la Araucanía y Patagonia, ya que estos territorios eran autónomos.

Además, denunciaba el genocidio perpetrado por ambos estados contra el pueblo mapuche. El sitio Memoria Chilena señala que este argumento era plausible, dado que la Araucanía nunca estuvo bajo el dominio del Rey de España durante la colonia, lo que respaldaba la percepción de su autonomía.

Cuando Orelie-Antoine llegó a Chile en 1858, carecía de recursos, contactos y conocimiento del idioma. Durante dos años residió en Santiago y Valparaíso, aprendiendo español y estableciendo redes. En 1860 se trasladó a Valdivia, adoptando un estilo distintivo: cabello largo, poncho de lana y cintillo en la cabeza.
Su don de la palabra y su capacidad de persuasión le ganaron el apoyo de los líderes mapuches.

En 1862, ya proclamado rey, emprendió un viaje para unificar a los caciques mapuches. Sin embargo, su éxito alarmó a Juan Bautista Rosales, uno de sus sirvientes, quien lo denunció a las autoridades.

 A los 36 años, Orelie-Antoine fue detenido, acusado de perturbar el orden público, y trasladado a Los Ángeles, donde fue interrogado por el coronel Cornelio Saavedra.

Tras un juicio, fue condenado a diez años de prisión, pero durante su encarcelamiento contrajo disentería, una inflamación del colon que lo dejó gravemente enfermo y semiconsciente durante un mes, perdiendo su característica melena.

Seis meses después, el juez desestimó la causa, pero lo sentenció a reclusión en un asilo para personas con trastornos mentales. Gracias a la intervención del cónsul francés, fue liberado y deportado a Francia, donde la prensa lo ridiculizó, apodándolo “el rey disponible


A pesar de la humillación, Orelie-Antoine no abandonó su sueño. Realizó tres expediciones más a la Araucanía, todas frustradas por las autoridades chilenas y argentinas, que incluso llegaron a poner precio a su cabeza durante su segundo viaje debido al aumento de rebeliones mapuches.

Murió en su pueblo natal en septiembre de 1878.

Para la historiadora Gil-Montero, Orelie-Antoine emulaba a conquistadores como Cortés y Pizarro, quienes cruzaron el océano para forjar imperios en el Nuevo Mundo. Sin embargo, su época era distinta: la Doctrina Monroe de 1823, resumida en “América para los americanos”, desalentaba intervenciones extranjeras en el continente.

Orelie-Antoine llegó con casi tres siglos de retraso a la tierra de sus sueños.

Más allá de la aventura de Orelie-Antoine, es significativo que tanto Chile como Argentina denominaran a la Patagonia como “Tierras de Colonización” antes de su anexión. Este término reflejaba la percepción de la región como un territorio “vacío” o disponible para ser poblado y controlado por los estados nacionales, a menudo ignorando a los pueblos indígenas que la habitaban.


En Argentina, varias ciudades patagónicas surgieron como colonias: - Colonia del Carmen (Carmen de Patagones)
- Colonia Nueva (Floridablanca)
- Colonia Galesa: (Puerto Madryn, Trelew, Gaiman, Dolavon y Trevelin)
- Colonia 16 de octubre.

En Chile, los esfuerzos de colonización también dieron lugar a asentamientos denominados colonias:


Colonia de Punta Arenas: Fundada en 1848 como un puesto militar y penal, conocida como Colonia de Magallanes. Entre 1928 y 1938, la ciudad fue oficialmente renombrada Magallanes, y algunos habitantes de esa época aún podrían conservar documentos que los identifiquen como nacidos en la “ciudad de Magallanes”.
Colonia de Puerto Natales:
Colonia de Puerto Aysén:

El mapa al presentar la Patagonia como una región distinta y en disputa, ilustra un escenario en el que un proyecto como el de Orelie-Antoine era concebible. 

La indefinición territorial de la Patagonia, junto con su denominación como “Tierra de Colonización”, permitió imaginarla como un territorio potencialmente independiente, capaz de ser gobernado por un rey como Orelie-Antoine de Tounens

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