A Partir del texto "Chile de Memoria" (Cristian Warken)
Música para un terremoto:
Nací mirando hacia el Estrecho de Magallanes. Mirar el mar en Chile, es mirar hacia el Poniente, al océano Pacifico, pero en la Patagonia mirarás al Oriente. Es muy distinto iluminar el alma con las luces del crepúsculo que hacerlo con los destellos del alba. Mis primeras risas imitan los torrentes invernales del Rio de Las Minas. Mi primera tierra era semilla austral de hielo y nieve al borde de un viaje con pronósticos de vientos entre el límpido argumento de las pampas y el velódromo celeste de las nubes.
Ningún nacido en esas tierras sabe lo que es la orfandad porque la frontera no es un campo de batalla, es maternidad inagotable, y a la redonda; territorio sin frontera. Las madres saben que en la ciudad de Punta Arenas no sobra ni una sola hoja y con la más blanca de sus leches alimentan el diamantado firmamento de las noches y la sábana nupcial en la silenciosa caída de la nieve. Lo testifica el viento en la rúbrica torcida de sus árboles y en el silbido agudo que se parte en los cables telegráficos por donde pasan despedidas y noticias de nacimientos y decesos, y pasa la vida irreversible.
Silba el viento entre la brizna y mis pisadas cantándome su nombre femenino; borrasca, ventisca, ráfaga y su nombre masculino como vendaval y temporal. Con el susurro frío de su pensamiento, delata todos los nombres de la nieve que cubren cada invierno a Punta Arenas.
Me gusta la nieve porque parece mármol de nuestro mausoleo pero es blanda como la espuma del chorro de la leche y se parece mucho al abrazo de mi abuela y a una virgen, no por blanca sino por blanda. El viento no deja cantar nuestras campanas, se ríe con acentos extranjeros y dilapida calendarios con hojas de futuros días y años posteriores. En cualquier patio del marcial colegio, los niños recogen esas hojas y saben cómo vendrán sus días. Ello explica por qué aquí nadie sabe de gitanos, y son analfabetos en la lectura de sus líneas y en las bolas de cristal. Cómo será que a nuestra próxima ciudad la llamamos PorVenir.
Conozco cada rincón de este territorio elevado sobre el mar de Chile. Chile es una cornisa, es un zigzag impredecible, art decó y nunca tierra firme. En esta ondulación se parece al mango de la guitarra Parra. Le anidan las pequeñas aves como el cóndor, el imposible fénix que en nuestra pupila sobrevuela los paisajes interiores y sus personajes lo imaginan descendiente de Hitler y Fidel, Alejandro Magno y Mussolinni, Lautaro y Tucapel, mayo del 68’ y el cantor Gardel, Pedro de Valdivia y primera piedra de la patria con la suprema Ley de Seguridad Interior del estado y nuestro presidente, pero más que nada, lo imagina aquella silenciosa que me besa intensamente el alma.
Está perforado el territorio. Como un queso este país está excavado, por gusanos nacionales que son nuestros camaradas detenidos, nosotros y las transnacionales. Nuestras tumbas fraternales son superficiales y vivimos el día de la víspera, cautelando los ingresos al Juicio Final y los egresos metabólicos del erario nacional y también de nuestros corazones maradentro del amor y del brutal placer genital de nuestras alas.
Nos reproducimos como uvas y amamos cual volcanes que son pupas, corazón de flechas y eludimos en cada primavera definir la absoluta flor que nos palpita porque no tenemos vocación de disección y lo que es peor; no somos fieles.
Ayer no más, una nube de naranjo en la alborada, sobre la nocturna cordillera nevada de Los Andes sorprendió a la luna improvisando su argumento menguante de estrellas. Se pasó la noche discutiendo con todos sus amantes. La sorprendía el sol cuando yo partía a mi trabajo disparado a la velocidad del largo viaje que permiten nuestros trenes. La semana fue nublada y no dejé de llorar en cada día, por lo cual se me nubló la vista de mi patria, de mi historia y mis amores. No quise a nadie en esos días. A todo les escupí sus estandartes con el desprecio infame de mi ausencia. Pero juro que fue por la tristeza de la mañana aquella en que sorprendieron a la luna cabalgando sus estrellas. Lo cual se explica porque los chilenos somos tenues; parecemos la palabra infiel, como lo es la oscuridad y la luz austral en un paisaje a medianoche.
Ahora estoy de pie sobre este paisaje al pie de la montaña, mirando el puro amanecer de la cordillera... de majestuosidad solemne. En sus poderosos macizos y farellones se inicia cada mañana el destello temprano de las nubes. el trabajo para que el país progrese. Vivo entre sus pliegues - la precordillera - y dentro de mis pliegues de la memoria están todos mis muertos y sus muertos con más muertos, historias, epopeyas de los conquistadores o la travesía de los colonizadores, navegantes y pasajeros de frágiles naves, gente buena que fue primera piedra buscando mejores días en la pampa patagónica, las costas fragmentadas, los desiertos más secos del mundo y que florecen contra toda lógica al pie de los volcanes vociferantes.
Ellas - las flores - son mecidas como cunas por el viento amable del Valle Central de Chile en las dehesas apacibles y quebradas insondables pues cavernas de ríos subterráneos nos sostienen y lluvias nuevas nos empapan.
Y está el chile minúsculo de las familias con sus mitos y verdades que no se cuentan, las razas nativas, exóticas, de inmigrantes y criollos con sus odios resentidos, sus horrores perversos, vergonzoso...y su miseria naif . Todo esa insanidad que se procrea lujuriosamente en la loca geografia con sus desheredados tóxicos, autócratas de imbunches y cahuines, la matriz amable de su rigurosidad en las instituciones republicanas que sostenemos con valor precario. Mi tierra... tembleque.
Desde aquí bajan los ríos en los que jugué primero en un Atlas del Instituto Geográfico Militar de mentiroso azul color - no vaya a ser que se nos corra una raya- esos mismos que van a la mar - el mar, hermafrodita que se extiende al horizonte infinito del océano de multicolores dorado tornasol hasta el azul negro y el olvido oscuro de nuestros muertos que alcanzan para los muertos de la Isla, la frontera y los muertos del tránsito...
Ellas - las flores - son mecidas como cunas por el viento amable del Valle Central de Chile en las dehesas apacibles y quebradas insondables pues cavernas de ríos subterráneos nos sostienen y lluvias nuevas nos empapan.
Y está el chile minúsculo de las familias con sus mitos y verdades que no se cuentan, las razas nativas, exóticas, de inmigrantes y criollos con sus odios resentidos, sus horrores perversos, vergonzoso...y su miseria naif . Todo esa insanidad que se procrea lujuriosamente en la loca geografia con sus desheredados tóxicos, autócratas de imbunches y cahuines, la matriz amable de su rigurosidad en las instituciones republicanas que sostenemos con valor precario. Mi tierra... tembleque.
Desde aquí bajan los ríos en los que jugué primero en un Atlas del Instituto Geográfico Militar de mentiroso azul color - no vaya a ser que se nos corra una raya- esos mismos que van a la mar - el mar, hermafrodita que se extiende al horizonte infinito del océano de multicolores dorado tornasol hasta el azul negro y el olvido oscuro de nuestros muertos que alcanzan para los muertos de la Isla, la frontera y los muertos del tránsito...
Cada cierto tiempo ese mar territorial nos baña, sube por nuestras aldeas costeras, nos recorre como una manta de arena, de cazadores de cachalotes, de profesores universitarios, de publicistas maricones y machistas padres de la patria engendrados por vulvas de hembras imposibles que de macho en macho, nos da y quita lo que le place... silllas de playa, mesas del comedor diario, viviendas, recuerdos de fotografías y familias, pero también nos broncea en el amor del verano y sonroja con sus crepúsculos cada día cuando susurramos;... te amo... palabras multiplicadas como la arena de sus playas de arena oscura...vida mía...
He subido a las alturas nevadas de la cordillera, hasta donde los nativos cumplían el rito de la muerte en ese aire tan tenue que apenas se logra respirar y el hielo parece que flotara.
Busqué en la selva impenetrable el sepulcro de mi bisabuela; Luisa Duve Grothe al canto de un pájaro desconocido. Era su espíritu.
Fui al Valle de la Luna a la hora del crepúsculo y sobre la duna más alta, esperé que apareciera esa inmensa luna llena de palidez serena en la cordillera de la sal donde mi suegro hizo su historia minúscula como un anónima piedra del muro que es al patria.
Sobre este territorio me creció experiencia de los planetas, diplomas, paternidad y estructura superficial sintáctica en la valorización espacial de un recorrido y en la teoría tectónica global de bloques...eclipses en la Isla de Pascua... estrellas fugaces que cayeron en la nieve donde estaban mis deseos y trofeos, arrugas, uñas y barba más insistente que el ciclo de las cuatro estaciones, sabiduría de muertos y vida estrepitosa en el universo de tus pensamientos mientras me lees. Y un ticket en el loro tiririllento de los organilleros.
Me multipliqué en todos mis amores, pero fueron océanos los espermatozoides muertos del Mar Muerto, planté los árboles que me pedían en el jardín del Edén; un palto, un ciruelo y una parra, escribí dolores y alegrías, también muchas mentiras. Me crucifiqué y me bauticé tres veces en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo. Maldije la cordillera, la costa señor, la paz y la guerra, lo franco y lo veleidoso...la nube pasajera, madres y esposas, partos, difuntos y asesinatos;... fue mucho el dolor, compadre, sin madre, cuando la mancillaron esos traidores.
Pero fueron más intensas las luminosas... en la orquesta de cuerdas, mi amor de sueño, mi voz de tenor, y el vino de José Miguel, el claro del mediodía en los sótanos de las catedrales y los besos ardientes que son siempre primeros...en el calzón de colores y en el huerto sin fin.
Porque este fragmento de placa flotando sobre el magma hirviendo, es lo más nuevo sobre el planeta... lo más cercano a un primer amor...apenas capullo asomando como una flor de futuro esplendor... mi sueño.
Sobre esta misma flor me detuve solemne, con mi hijo frente al Estrecho de Magallanes para decirle que nací en la Patagonia, en la Austral Tierra del Fuego ...al fin del mundo y que a él también pertenece esa patria de todos los míos, incluyendo los témpanos, caiquenes y huanacos, los cóndores que vuelan el cabello de los sonidos de los vientos y le pertenecen por voluntad de sus antecesores. Quienes mirando la estela de las toninas, el témpano de Kanasaka, conquistaron para él, el futuro de los amables y victoriosos que vagan en las autopistas, en los motores, las pipas de vino, los volantines y abrazos, la dura escarcha y el vaho. ¡Saluda huevón!
Yo soy Rubén, a secas... pero también soy Julio Rubén; mi padre y mi madre Raquel Edith...también Miguel Cárcamo, del Maullín maderero antes del maremoto y Auristela Álvarez - Álvarez de los grandes y de los Gallo de la República Radical - Leopoldo Bourgade del Bourdeaux francés e Isidora Olivares de La Serena, del valle del Elqui de donde venía la inmensa Gabriela; mis abuelos todos ellos.
También volveré a ser de Punta Arenas, de Valparaíso y de Quilpué, del club de la Unión, del Panteón de mis viajes a Europa...cuando a mis hijos los sacuda la tierra y sus miradas busquen alguna explicación en la selva, la cordillera, salares, geiser y los volcanes...mirarán a través de mis ojos... sí señor. el teclado de sus melodías y el vibrato de todas sus cuerdas del alma..
También volveré a ser de Punta Arenas, de Valparaíso y de Quilpué, del club de la Unión, del Panteón de mis viajes a Europa...cuando a mis hijos los sacuda la tierra y sus miradas busquen alguna explicación en la selva, la cordillera, salares, geiser y los volcanes...mirarán a través de mis ojos... sí señor. el teclado de sus melodías y el vibrato de todas sus cuerdas del alma..
Mi tierra es nueva... geológicamente hablando... y nos pare con sus cataclismos frecuentes, nos maltrata pero nos da el cielo, su nieve, su lana y sus aguas o el vino por donde navegan los sueños del futuro,...... en ella tenemos el soporte para levantarnos siempre; así nos arrasen los temporales, nos hiele en las cumbre o nos sepulte bajo tierra, incluso bajo la tierra del fondo del mar, cantaremos nuestro himno mientras burbujea alguna nota de lava. Somos un cardúmen, manada y bandada invencible. NACIÓN.
No nos vence el océano...Nos remece la tierra para recordarnos que le pertenecemos...que estamos hecho de su mismo granito...somos energía telúrica para levantarnos... cada vez más templados, resueltos ...perpetuos hasta el fin de los tiempos.
Y sé que esta emoción primaria vale para cualquier lugar del mundo para todo contribuyente de su país... pese a mi amor desaforado a mi bandera, a mis héroes eternos y a mi corazón chileno. Bendita sea la tierra que amo. Bendita sea.
No nos vence el océano...Nos remece la tierra para recordarnos que le pertenecemos...que estamos hecho de su mismo granito...somos energía telúrica para levantarnos... cada vez más templados, resueltos ...perpetuos hasta el fin de los tiempos.
Y sé que esta emoción primaria vale para cualquier lugar del mundo para todo contribuyente de su país... pese a mi amor desaforado a mi bandera, a mis héroes eternos y a mi corazón chileno. Bendita sea la tierra que amo. Bendita sea.