Nadie querría iniciar un nuevo año presa de la indignación, pero ese es el sentimiento que embarga ante tamañas muestras de ineptitud dadas por expertos y gobernantes a propósito de una ingeniería financiera fantasiosa, volátil y desbocada, carente de regulación y de controles, y cuya gestión fue llevada a cabo, con ostentosa mezcla de arrogancia, codicia y falta de escrúpulos, por agentes privados que aprovecharon la condescendencia de entidades públicas imbuidas de la ideología del dejar hacer y dejar pasar. Se tiene que acabar.
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