Acabo de concluir la lectura de la Historia de Chile de Armando de Ramón, de ella recuerdo algunas cosas que me han llamado la atención, es una visión o lectura de la historia desde la constitución de las oligarquías. No deja de ser interesante.
La inquietud por leerla me nació a raíz de una expresión de un parlamentario de la UDI negándose a aceptar la postulación, no recuerdo por qué región, de la hija de ...(olvidé su nombre) Lavin, como parlamentaria, acusándola de pertenecer a la oligarquía política. Y sí; en política campea la oligarquía.
Luego del retorno a la democracia con los variopintos partidos de “sensibilidades” distintas, hemos regresado luego de 20 años de democracia bipartidista, a una especie de viciosa oligarquía parlamentaria. Y como creo que la oligarquía actúa sobre una sociedad como modelo ético; hago mis reflexiones.
En un viejo libro de educación cívica de un señor Becerra decía: la soberanía reside en EL PUEBLO. Yo lo creí pero esto era un mito, una fantasía humorística, una falacia adictiva y visible, porque los partidos políticos se ven o son una jauría sedienta de cuotas de poder y adicta al sistema binominal, entes corporativos o mafias de la política, lacras o cúpulas de funcionarios vociferantes que viven al margen de lo que piensa su escasa militancia (2%) y muy divorciados del chileno prisionero de las políticas macroeconómicas.
¿Cómo es posible que se impida - legalmente - a los dirigentes sindicales y de organizaciones sociales, optar a cargos de representación popular y eso no ocurra con los empresarios?
Es necesario distinguir entre dominación y hegemonía. " Mientras la dominación es un concepto que alude a la posición relativa de una clase o de un grupo en la esfera de las relaciones de producción, la hegemonía es la capacidad de esa clase o grupo para universalizar en la esfera de la cultura y en el ámbito de lo simbólico, sus intereses particulares ". Una cosa, recuerda Tomás Moulian, es ser clase dominante y otra, distinta, es ser clase dirigente.
Concluyo entonces que la falta de un proyecto político, explica que estamos sujetos a la clase dominante y no a la clase dirigente. Da exactamente lo mismo si se es de izquierda o de derecha. También explica un discurso de terror atávico, tanto a un lado como al otro y en cierto modo explica... que todos seríamos en algún sentido de derecha.
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